Tenemos que dejar que la soledad se disuelva; que la tristeza se evapore y se abran los caminos al olvido.
Un olvido dulce, tierno, sereno que cobije los recuerdos en su seno y los deje guardados, protegidos, para que un día podamos rescatarlos transformados en nostalgias.
Tenemos que abrir la puerta a la esperanza una esperanza nueva, simple y accesible que nos ayude a concebir un sueño, que nos dé fuerzas para seguir la vida unos años más, acaso meses... o tal vez meses convertidos en años.
Tenemos que dejar que se borre esta pena; que ya no haya tiempo para extrañar aquello que un día fue nuestro y ahora está perdido que alguien mató sin darse cuenta: tal vez fui yo, tal vez vos... ya no importa saber quién habrá sido.
Tenemos que dejar que el viento se lleve el eco de palabras, diálogos, sonrisas y ternuras ocultas en miradas.
Tenemos que seguir por esta ruta aceptando que todo es ya distinto, aceptando que somos dos amigos O quizás, mejor, tal solo conocidos.