01 Jun
01Jun

Al iniciarse el siglo XXI, el sol tuvo un extraño movimiento vibratorio que hizo que uno de sus rayos se desprendiera. Ese rayo se precipitó hacia la tierra, ingresó en el cuerpo de una joven mujer encinta, anidó en el feto y de este modo, vino al mundo en forma de un hermoso niño. A través de sus ojos verdes, los destellos del sol ayudaban a iluminar la oscuridad de muchas vidas, transmitiéndoles alegría. De su pequeña boca, brotaban incesantemente rayos luminosos, que adoptaban la forma de palabras y consejos, de insólita sabiduría. Mientras seguía creciendo, sus manos se conservaban pequeñas y sus dedos, delgados y frágiles, se movían con sorprendente agilidad, dejando por doquier mensajes celestiales. Su energía vital, originada en el padre sol, lo impulsaba a dejar este mundo, pero como amaba a sus padres terrestres, se esforzaba por sobrellevar las pruebas que su diferente condición le presentaba a diario. El esfuerzo para resistir el llamado desde las alturas le fue restando energía, de modo que perdió la capacidad de caminar y debieron proveerle una silla de ruedas. Doblegado por el peso de esta difícil lucha, su espalda fue tomando una curvatura que los señores de la medicina diagnosticaron como peligrosa para la continuidad de su vida. Por eso, al cumplirse diecisiete años de su llegada a la tierra, un señor vestido de blanco, con sus manos protegidas de guantes y su rostro cubierto por una máscara, procedió a abrir su espalda para colocar un soporte que tendría la misión de mantenerla erguida. Pero a medida que el corte se iba haciendo más profundo, la energía del sol que había estado contenida en su organismo empezó a fugarse lentamente. Respondiendo al llamado del padre sol, el rayo que había estado oculto en el interior de este niño emprendió el camino de regreso al cielo, para ocupar el lugar que había sido suyo. Desde allá, continúa su tarea de iluminar y transmitir vida, pero no puede evitar un poco de tristeza, porque los que fueron sus padres y toda su familia, continúan llorando por haberlo perdido.

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